viernes, 26 de julio de 2013

Algo sobre el periodismo en zona de guerra

Al igual que muchos compañeros de todas partes de México y Latinoamérica, durante mi carrera periodística he enfrentado algunos momentos difíciles, como las amenazas y hasta la pérdida de un compañero. Quiero compartirles el siguiente texto. Lo escribí hace algunos años, pertenece a mi impublicado libro "Narcoguerra en el Edén, 12 historias rigurosamente verdaderas sobre corrupción, política y narcotráfico en el llamado Edén del sureste mexicano" y creo que describe con precisión los tiempos que todos vivimos actualmente, que por muy duros, no deben amedrentarnos en nuestro diario quehacer de comunicar.


El último reportaje de Rodolfo Rincón Taracena

Fragmentos del interrogatorio asentado en la causa penal 135/2008-VII:

PRIMERA PREGUNTA: Que diga el probable responsable si conoce la “Quinta El Bambú”

RESPUESTA: Que sí, ya que allí fue donde se nos entrenó en el manejo de armas a un grupo de 25 personas, y que este lugar está ubicado en la carretera Río Viejo-La Guayra. Nuestros instructores fueron “El Nippon”, “El Dorigan” y “El Toro”. 


El informe había sido “filtrado” por un policía estatal pero no era sino la puesta en página de algo que todos los habitantes del bajo mundo conocían de sobra: la ubicación exacta de los principales puntos de venta de drogas duras en Villahermosa. El reportaje que contenía estos datos anduvo perdido en los meandros de la Redacción de Tabasco HOY durante al menos una semana. Su publicación siempre se posponía por alguna circunstancia o accidente de último momento que, sin proponérselo, le alargaba la vida al periodista. Falta de espacio o sucesos de mayor relevancia atajaron la publicación.  Hasta que una mañana, el artículo apareció relucientemente impreso a tres planas en la sección policiaca del diario, acompañado de un mapa que señalaba la ubicación exacta de las famosas “narcotienditas”, las cuales eran fervientemente  custodiadas por los miembros de la estaca de Zetas más sangrienta del sureste, mencionados en una montaña de averiguaciones previas y causas penales: Miguel Ángel Payro Morales, alias “El Pelucas”; Manuel Pereyra González, alias “El Milimétrico”, y Joel Akal Sosa, alias “El Licenciado” o “El chelo Akal”, quienes protegían y administraban los intereses del cártel en Tabasco. Otros miembros eran Arturo Gutiérrez Jiménez, alias “El Soldado”; Miguel Ángel Cabrera Centeno; Paulina Durán Garduza; Héctor González Peñate; Oscar Enrique Dzibus; Juan Carlos Jiménez Avalos; Emiliano García Cruz, alias “El Chelo”; Pedro Marín Damián; Samuel Pascual Sánchez; José Zacarías Hernández; Arturo Gutiérrez Jiménez.
El reportaje hizo enfurecer a los jefes de la droga en la plaza. Los Halcones recibieron airadas quejas de sus vendedores, a quienes no se les paró “ni una mosca” durante días, asediados por algunos policías corruptos que lejos de tener la intención de llevárselos presos por vender drogas, buscaban “canastearlos”, es decir, extorsionarlos, aprovechando que su aparente anonimato había sido vulnerado. 
Por aquellos días hubo otro hecho que puso al periodista en la mira de sus verdugos: el robo de un cajero automático que fue arrancado de cuajo por el rumbo de avenida Universidad. Días después, ese cajero convertido en chatarra, fue encontrado junto a los despojos de otras cajas blindadas, abiertas como latas de atún, en el interior de una casa de seguridad abandonada la colonia Atasta. La flaca y enjuta figura de Rincón Taracena aparece en la fotografía publicada por el diario. Podría decirse que es un autorretrato póstumo, debido a que, mientras hacía las improntas en el lugar, involuntariamente, Rincón salió reflejado en uno de los espejos de la casa, en medio de dos policías armados y usando pasamontañas negros, cascos y chalecos blindados. 


SEGUNDA PREGUNTA: ¿Que diga el probable responsable si sabe a cuantas personas ejecutaron o asesinaron en la Quinta El Bambú?

RESPUESTA: Que ejecutaron a cinco personas, dándoles un tiro en la cabeza.

Sentado frente a la vieja computadora, Rodolfo Rincón Taracena escribe.

Según sus colaboradores cercanos, el periodista, alto y un tanto desgarbado, bonachón, de 54 años de edad, era muy afecto a iniciar sus crónicas policiacas con el golpe efectista de las onomatopeyas. Una persecución con sirena abierta: ¡uuuuuuuuuuuuuuuu! Una balacera: ¡Ratatatatatatatata! Un grito ahogado rasgando la noche: ¡Aghhhhhhhhhhhh! Esto lo cuentan los reporteros de la fuente policiaca para recordarlo mientras avanzan a pie sobre la avenida Paseo Tabasco, la calurosa tarde del martes 30 de enero del 2007. La concentración fue realizada frente a la explanada de la Procuraduría de Justicia del Estado de Tabasco (PGJE). Luego, el contingente se dirigió a la Plaza de Armas, frente al Palacio de Gobierno. Están allí sosteniendo las mantas los reporteros de la sección urbana y de nota roja de Tabasco HOY, los miembros de la Unión de Corresponsales de Los Ríos, de La Chontalpa y los reporteros de todos los medios escritos del estado, grandes y chicos, a favor del régimen o independientes. Además, están presentes los familiares del reportero desaparecido. Los “orejas” del gobierno aprovechan para tomar fotografías de los congregados, para el “informe”. Allí, luego de media hora de estar plantados frente al edificio sede del Ejecutivo estatal, el gobernador Andrés Granier accede a recibir a los tundemáquinas. Dentro del salón de ex gobernadores los esperan el secretario de gobierno, Humberto Mayans Canabal y el Procurador del estado, Gustavo Rosario Torres.  Los comunicadores entran en tropel al recinto. Cuando sale el gobernador, el coordinador de información policiaca de Tabasco HOY, Roberto Cutláhuac, acompañado del Jefe de Redacción del diario, Ángel Vega, leen en voz alta un posicionamiento que contiene las consabidas exigencias de justicia para el gremio. Apenas concluye la exposición, las autoridades inician su monólogo de siempre. Todo se convierte en un circo, en una simulación. Al final, con excepción de unos cuantos periodistas que tienen la dignidad bien puesta, en donde debe estar, la mayoría de los reporteros gobiernistas aplauden como focas a las autoridades que les han abierto las puertas del Palacio para prometerles el trillado “caiga quien caiga”, “no nos detendremos ante nada”, “se hará justicia”. Estas líneas se escriben tres años después de la desaparición de Rodolfo Rincón y las autoridades estatales encargadas de la procuración de justicia ni siquiera se han tomado la molestia de informar sobre los resultados de las investigaciones, ni de revelar los exámenes de ADN que se practicaron a los restos humanos hallados en la Quinta El Bambú, y que fueron “trasladados a un laboratorio en Chiapas para su identificación”.

ULTIMA PREGUNTA: ¿Que diga el probable responsable si puede identificar a las personas que menciona en la respuesta a la pregunta anterior?

RESPUESTA: Que no conocía a los ejecutados, pero eran tres mujeres y dos hombres, los cuales fueron traídos de Cárdenas y Huimanguillo, que entre los muertos se encontraba una persona de edad avanzada como de sesenta años de edad, alto, flaco, tez morena, el cual era periodista, pero no sé de qué periódico, del cual en este momento se me muestra la foto, y que lo reconozco como una de las personas que llevaron para ejecutar y que ahora sé que se llama Rodolfo Rincón Taracena. Lo reconozco por su particular bigote. Los que se encargaron de darles piso fueron El Nippon, El Dorigan y El Toro. Ignoro el motivo por el cual los mataron. Lo que sí sé es que los cocinaron en tanques metálicos, en tambos a los que les echaban diesel para luego prenderles fuego. Ardían durante horas y a veces días. Luego recogían las cenizas o lo que quedaba de ellos. A algunos los enterraron, a otros los echaron al río que pasa por atrás de la quinta.

El reportaje se publicó en las páginas 33, 34 y 35 del periódico Tabasco HOY, el sábado 20 de enero de 2007, el mismo día de la desaparición de Rodolfo Rincón. Las tres páginas que le costaron la vida no contenían nombres de narco distribuidores, pero sí ubicaciones exactas de los puntos de venta de la droga: estimaba que en Tabasco operan alrededor de 500 “tiraderos”. Precisaba sobre la existencia de ocho “tienditas” en el fraccionamiento La Selva, seis en Bosques de Saloya, una en Atasta y tres en Tamulté. 16 puntos de venta más estaban localizados sobre un mapa en las rancherías Lázaro Cárdenas, Anacleto Canabal, Playas del Rosario, Río Viejo, Río Tinto, Buenavista, Luis Gil Pérez y Corregidora. También relataba cómo operan los vendedores de drogas, así como sus jerarquías al interior de la organización, agregando que el número de mujeres que trabajan para el crimen organizado está en aumento. Los titulares, por demás desafiantes, tienen un triste resabio a epitafio, pero no por ello son menos periodísticos: “Extienden redes narcotiendas”, y “Retan mininarcos a la PGR”.       
Al medio día de aquel sábado, la esposa del periodista, Rosalinda Pedrero, recibe por celular una llamada de su marido, quien le explica que va a permanecer en la Redacción del diario hasta entrada la noche. Durante la tarde, Rincón escribe en su computadora una nota sobre los robos de cajeros automáticos ocurridos el 7 de enero, en Avenida Universidad, que luego aparecieron desmantelados en una casa de seguridad. Los describe como “Robos de alta escuela”. Permanece aporreando el teclado hasta que recibe una llamada telefónica. Durante las posteriores investigaciones de la policía, en las que fueron citados a declarar algunos de sus compañeros de trabajo, trasciende que el comportamiento del periodista aquel día fue “inusual”. Apenas entregó la nota de los cajeros a su editor, argumentó que iba a salir a “echarse unos tacos”. Eran las ocho de la noche. Rodolfo Rincón Taracena abandonó las instalaciones del diario, pero no se llevó sus objetos personales. Tampoco su cámara ni su grabadora. Nadie jamás lo volvió a ver.


ANEXO

José Zacarías Hernández, miembro de una célula del grupo delictivo los Zetas perteneciente al cártel del Golfo y preso en el penal de máxima seguridad del Altiplano, menciona en el curso de la causa penal 53/2007-IV que durante su estancia en una casa de seguridad de la colonia Tierra Colorada, en Villahermosa, “estaba con el grupo del Apache, el Shakira y el Nico, quienes contaron que habían matado a un periodista de apellido Rincón, por órdenes de Payro Morales, un señor ya grande de edad, porque sacaba notas de crímenes y de los tiraderos de droga de las que estaba encargado Payro, dando direcciones y nombres, lo cual le molestó mucho, ya que le daba 2 mil pesos quincenales para que no sacara nada. Dicen que lo trozaron en cachos, lo metieron en un tanque con gasolina y lo quemaron en una Quinta cuya ubicación desconozco...”


Hasta la fecha, la averiguación AMI/AMPERC/90/2007 que integra la Procuraduría General de Justicia del Estado de Tabasco (PGJE) y el acta circunstanciada A.C. PGR/TAB/VHSA-IV/10/2007 que compila la delegación de la Procuraduría General de la República (PGR) en Tabasco  permanecen archivadas, y el caso de la desaparición del periodista Rodolfo Rincón Taracena, como el de tantos otros comunicadores de todo el país, sigue en la más completa impunidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario